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martes, 1 de noviembre de 2011

Enculada sin piedad por tres machos y dos extras

Poco antes de las diez de la noche ambas sienten unas voces que provienen del otro lado de la puerta y que se aproximan. Ven como se abre la puerta y entran don Pedro, el indio y otro hombre al que desconocen, de aspecto distinguido y de unos cuarenta y muchos años. Los tres vienen charlando y riendo: sin duda animándose para una sesión de sexo gratis y forzado, que es lo que parece gustarles.

.- Esta noche te toca a ti, flacucha – dice don Pedro dirigiendo su mirada a Ana – es hora de que estrenemos tu lindo culito y goces como una perra. – añade con aire lascivo.

Ana trata de esconderse en el rincón, abrazándose a Sonia, temblando y derramando lágrimas de pavor. Pero de repente y sin esperarlo…

.- Me decepcionáis mariquitas – Sorprende Sonia a todos mientras se levanta y se coloca frente a los tres machos. - ¿Me vais a decir que preferís ese culito flacucho y cerrado al mío, que está ansioso de ser follado por tres grandes vergas? – añade, claramente retando a los tres folladores.

.- Realmente eres una grandísima zorra, Sonia. Si es lo que quieres… ¡Que así sea! – Responde don Pedro mientras comienza a aflojarse el cinturón.

Los tres hombres comienzan a desvestirse y Sonia se apresura a mamar las vergas a medida que van quedando libres. Lo hace con esmero y maestría pues es consciente que de esta forma complaciente todos se olvidarán de Ana.

.- Esto no me lo habíais contado amigos. – dice el desconocido que responde al nombre de Ezequiel – pensé que serian menos sumisas que, a decir verdad, lo prefiero. – añade frunciendo el ceño y con aire contrariado.

.- Pues que sepas que solo vas a mirar como tus amigos me follan, ¡Cabronazo! Ni sueñes con meterme eso dentro de ninguno de mis orificios – Responde Sonia con aire retador y sin dejar de mirarlo fijamente a los ojos.

.- ¡Indio, sujétame a esta puta que voy a ensañarla lo que es tener respeto! – ordena mientras gira a la joven, la recuesta sobre la mesa y deja el culo bien expuesto.

Sonia intenta resistirse, sin poder hacer nada al ser aferrada fuertemente de las muñecas por el indio, desde el otro lado de la mesa. Ezequiel se coloca detrás, abre las piernas de la chica con los pies, coloca la gran verga en el ano y la mete de un golpe certero y muy violento.

.- ¡Hijo de puta, cabrón… sácala o te juro que te mato! – Grita Sonia intentando revelarse.

Don Pedro no pierde detalle de todo lo que ocurre y no deja de reír, entre trago y trago a una de las botellas de vino que han traído con ellos.

Durante cinco minutos la chica no deja de moverse, intentado zafarse de las fuertes manos del indio que la sujetan con firmeza. En este tiempo, don Ezequiel no cesa de sodomizarla con violencia y velocidad, completamente excitado por la resistencia de la sometida. Termina saliendo el recto, por indicación de don Pedro que reclama su turno para sodomizarla. Sonia aprieta los dientes pues sabe que le va a doler la embestida. Este tipo tiene verdaderamente una polla descomunal, más que por larga por gruesa. El hombre coloca la verga en la entrada y la va metiendo hasta golpear el culo con los cojones. Los gritos de Sonia son de verdadero dolor pero van cesando a medida que es enculada sin remisión. Finalmente termina relajando el esfínter y se deja hacer.

.- ¡Ves Ezequiel! A esta puta hay que saber tratarla y que sepa quién manda. Es mejor que sea complaciente a rebelde. – trata de explicar a su amigo las ventajas de follar un culo sumiso y receptivo.

Tras un rato taladrando el culo de la chica, le toca el turno al indio. Ya no hace falta sujetar a Sonia pues se deja hacer complaciente, e incluso meneando el culo, con gracia, antes de ser penetrada, como si lo esperara con ansias.

Durante algo más de una hora, los tres machos no dejan de dedicarse a dilatar el ano de la joven, follándolo con violencia e intercambiándose cada cierto tiempo.

.- Te voy a llenar el culo de leche – dice don Pedro mientras perfora el recto de Sonia por enésima vez.

.- ¡Síii, deja dentro de mí hasta la última gota! ¡Gustosa lo recibiré! – replica ella con síntomas de gozo.

El hombre acelera las embestidas y durante unos pocos minutos no deja de entrar y salir del dilatado orificio. Termina por correrse y Sonia vuelve a escuchar los rebuznos de placer mientras siente que el recto se calienta por efecto del semen. Cuando don Pedro termina, sale de ella y se retira.

.- Vamos puta, ponte en cuchillas sobre el suelo para que salga la leche, no quiero meterla en un culo lleno de semen. – Ordena don Ezequiel.

Ella obedece y durante unos segundos aprieta, en esa posición, para expulsar hasta la última gota. Cuando termina se coloca de nuevo en posición, abriendo bien las piernas y esperando ser sodomizada de nuevo.

Don Ezequiel se coloca en posición y la clava sin piedad. A estas alturas Sonia no siente dolor y gime y clama por ser follada a conciencia. Esto estimula al vejete que, en apenas un par de minutos después, termina inundando de nuevo el recto de la joven. Cuando termina, ella repite el mismo ritual para evacuar la leche y que quede el orificio limpito para ser penetrado por el indio. Este se apresura, ansioso de desfogarse, y lo taladra una y otra vez hasta conseguir regar por tercera vez la retaguardia de Sonia.

La pobre no da para más, pero se mantiene entera y con aire lascivo. Los tres machos se miran satisfechos y gozosos por el rato pasado. Comienzan a vestirse cuando…

.- ¿Ya está? ¿Eso es todo? ¿Me vais a dejar a medias? – pregunta Sonia con aire descarado y sumiso.

.- ¿Y qué más quieres puta? ¿No has tenido bastante? De buena gana te follaba de nuevo ese esplendido culo, pero tengo que marcharme, me espera mi mujer. – Replica don Ezequiel.

El indio no da muestras de querer más. Solo don Pedro parece estar dispuesto a un segundo asalto y responde afirmativamente.

.- Pero vamos a otro sitio, machote. No quiero que Ana nos mire, me incomoda oírla gimotear. Además, quiero que me folles en un lugar más cómodo, en mejores condiciones y por el coño, el culito ya lo tengo satisfecho.

Don Pedro se queda unos instantes pensando y finalmente se decide.

.- Está bien, esta noche dormirás conmigo. Pero como te portes mal te mato a golpes, quedas avisada.

.- Tranquilo don Pedro, no daré el menor problema, solo quiero disfrutar de su enorme verga en mi coñito complaciente. – Responde Sonia mostrándose asustada.

Terminan por vestirse los hombres y salen los cuatro de la habitación. Al cruzar la puerta, Sonia se gira y mira con complicidad a su compañera de cautiverio. De camino al exterior, la chica puede ver que la habitación donde ha permanecido los últimos 12 días está situada dentro de lo que parece una bodega de vinos, a juzgar por la gran cantidad de barriles que se amontonan en las paredes de ladrillo con techo abovedado. Apenas hay luz y los cuatro se alejan por un largo pasillo hasta llegar a la casa, tras subir por una pronunciada rampa. Los tres hombres apuran sus respectivas botellas de vino y se despiden, quedando solos Sonia y don Pedro. Este la toma fuertemente por la muñeca y tira de ella hasta llegar a un gran dormitorio. El hombre parece estar muy bebido y con ganas de querer seguir disfrutando el espectacular cuerpo de la muchacha.

De un empujón la lanza sobre la cama y comienza a desvestirse. Ella se acomoda y lo espera con las piernas abiertas, mostrando el coño que días atrás estuvo completamente depilado y que, con el paso del tiempo, ha visto como el vello crecía por falta de mantenimiento. Don Pedro se acomoda entre las piernas de ella y clava la dura y tiesa polla en el coño. Comienza a follarla sin remisión arrancando gritos de placer de la joven. De repente, ambos sienten unos pasos por el pasillo de alguien que se acerca. Don Pedro se gira y puede ver que es el indio.

.- Lo siento don Pedro, no quiero molestar, pero se me ha quedado clavada la espinita de follar de nuevo a esta perra, esta noche me ha puesto muy cachondo. Claro está, si usted me da su permiso. – Dice el indio con claro respeto hacia el que parece, sin duda alguna, su señor.

Don Pedro acepta y le ordena que se desnude y tumbe en la cama. Cuando lo hace, ordena a Sonia que se siente encima del indio y se la meta en el coño. El se acomoda detrás de ella.

.- Vamos indio, hagamos que esta guarra se corra. En todos estos días aun no he visto que lo hiciera. – dice con tono decidido al tiempo que destroza de nuevo el recto de la chica que después de un rato se ha cerrado.

Ella vuelve a gritar, como es costumbre cada vez que esa gruesa verga la sodomiza. Durante más de cuarto de hora, ambos hombres no cesan en su empeño de infringirla dolor y placer hasta que consiguen que se corra entre jadeos y gritos de placer. Al mismo tiempo el indio se corre también, mezclando su semen con los flujos que manan del interior de Sonia. Ambos quedan parados tras terminar y el enculador pierde el ritmo y el deseo por la falta de colaboración.

Se separan y don Pedro murmulla algo en el oído del indio. Éste, rápidamente se viste y sale de la estancia. Mientras don Pedro vuelve a follar el ano de la chica, durante unos minutos, hasta que regresa de nuevo el indio con algo en las manos. Sonia lo mira y le parece una especie de pequeño potro de madera. El indio lo coloca en el centro de la habitación y…

.- Ahora vas a saber lo que es una buena enculada. – dice el señor a Sonia que lo mira con asombro.

Entre los dos la acercan al artilugio donde supuestamente la van satisfacer de gozo. La acomodan dejando el culo bien expuesto, con las piernas y el tronco cayendo por ambos lados del potro. Don Pedro se coloca detrás de ella y la embiste por detrás, sin mediar palabra, comenzando a follarla sin piedad. Sonia apenas puede moverse y mientras es sodomizada por… ni recuerda cuantas veces van ya, ve como el indio toma unas cuerdas y comienza a atarle las manos a las patas del artilugio. Se resiste pero sin éxito pues el enculador la sujeta fuertemente mientras le taladra el trasero. Finalmente, el indio termina atándole los tobillos, a las patas restantes. Totalmente inmovilizada su enculador termina corriéndose e inundando de nuevo el recto.

.- ¿Qué coño os proponéis atándome de esta forma? – Pregunta ella temiéndose lo peor. – Vamos chicos, lo podemos pasar muy bien sin necesidad de cosas raras. – añade con la voz temblorosa y tratando de ser positiva.

No obtiene respuesta y nota como el señor se aleja por su espalda sin saber que hace. Le preocupa haber perdido el control de la situación. Pero sale de dudas cuando don Pedro regresa y le muestra lo que trae en las manos. El indio se apresura a colocar en la boca de la chica una gran bola de madera, obligándola a abrirla todo lo que puede y la anuda en su nuca para que quede bien sujeta.

Sus ojos parecen salirse de las orbitas al verse en esa situación y contemplar que don Pedro sostiene en sus manos dos vergas de madera tallada, parecidas a las de los caballos y de dimensiones descomunales: Al menos 7 cm de diámetro y entre 25 y 30 cm de largo.

.- Ahora vas a tener lo que buscabas jodida guarra – Dice don Pedro con voz de satisfacción por lo que va a ocurrir.

Sonia intenta gritar y desligarse sin éxito. La situación ha cambiado de forma muy negativa. Nota como algo frio empieza a cubrir su ano, por la sensación parece que es vaselina o algo parecido. El coño y el ano aun siguen evacuando los restos del semen recibido antes. Nota como don Pedro le perfora de nuevo el culo y respira tranquila de momento. Pero tras un par de embestidas el hombre sale de ella y con los dedos trata de abrir al máximo el orificio anal. Cuando está satisfecho comienza a introducir una de las vergas de madera, ensanchando el esfínter al máximo y robando un par de lágrimas de dolor de los ojos de Sonia que, sin poder gritar se limita a intentar moverse para zafarse. No lo consigue y siente como, sin remisión, aquello le dilata el ano como nunca antes lo había sentido. Al llegar a la mitad, don Pedro se detiene.

.- ¿Verdad que esto es lo que querías, guarra? – le increpa el hombre al tiempo que sigue profundizando hasta meter el enorme falo casi por completo.

La pobre no disimula el gesto de dolor mientras siente como aquello entra y sale cada vez con más ligereza. Sin duda el esfínter no da más de sí pero cede lo suficiente. Tras unos interminables minutos, el indio se coloca detrás de ella, introduce la verga en el coño y la folla con ganas al tiempo que mete y saca la de madera en el recto. Parece que la situación el excita bastante y folla con ganas.

Don Pedro sale del dormitorio y regresa a los pocos minutos con un par de botellas de vino. Se acera al indio y le da una. Éste deja de follar a Sonia y ambos beben directamente de la boquilla, como si quisieran terminar con su contenido de un solo trago.

.- ¿Verdad que te ha gustado putita? ¿Es esto lo que querías? - Pregunta el señor a la chica con aire socarrón.

Ella responde que no con la cabeza y con los ojos encharcados en lágrimas.

.- Verás, te voy a liberar la boca y, si nos haces una buena mamada a los dos, te dejamos en paz. Pero nada de tonterías, quedas avisada. – Le dice mostrándose algo compasivo.

Ella responde afirmativamente con la cabeza y con un profundo sí que sale casi con claridad por la nariz. Le liberan la boca que parece haber quedado dormida y sin más explicaciones, el indio mete su polla hasta los huevos. Comienza a follar los labios al tiempo que Sonia se esmera en hacerlo lo mejor que puede. Tras unos minutos consigue que el indio se corra, por tercera vez en esa noche, llenando su boca de leche. Pero… antes de sacarla.

.- ¡Trágatela toda, puta! Si la escupes te destrozo el culo – ordena con tono amenazante y resuelto.

Ella traga como puede y se dispone a recibir la segunda polla en la boca. Ésta, al ser más gruesa entra menos, pero del mismo modo se emplea a fondo para que se corra don Pedro. Tras bastantes minutos lo consigue, recibiendo de nuevo en su boca un par de descargas de leche que traga también para no desatar la ira del indio.

Ambos hombres se separan de ella y juntos salen del dormitorio con intención de buscar más vino y seguir engulléndolo. Ella queda sola, en esa situación, sin decir nada por miedo a enojarlos.

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