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lunes, 8 de agosto de 2011

Las cintas de video de mi esposa

Tenía unos días de vacaciones, mientras que a mi mujer le tocaba trabajar, tenía

una semana para mí solo y estaba ordenando mis herramientas, haciendo un poco de

bricolaje, arreglando pequeñas cosas , a mi ritmo y sin prisas, disfrutando de mi

soledad.

Saqué todas las cosas del altillo para ordenar y tirar lo que no sirviera, y al

fondo del todo, me llamó la atención una caja negra con cantoneras metálicas que

no recordaba haber visto nunca, contenía un montón de viejas cintas vhs con unos

símbolos escritos con rotulador que parecían jeroglíficos.

¡Las cintas secretas de mi mujer!, ¿De qué serían?, ¿bailes de fin de curso?,

¿viejas series de televisión?, ¿SEXO? Igual debía pedir permiso para verlas,

podían tener cosas personales... y una leche, para que no me dejara. Volví a

colocar todo como estaba, pero la caja negra la lleve a mi estudio. Estaba

excitadísimo, como si hubiera asaltado la cámara del tesoro, y entonces caí en que

no teníamos video vhs hace muchos años.

Salí a la calle tal y como estaba y entré en la primera tienda de cosas de segunda

mano que encontré, allí había una pila enorme de reproductores y a unos precios

ridículos, me llevé el que consideré mejor, con tropecientos cabezales, pausa perfecta

y un montón de cosas que no se ni lo que son.

Llegué a casa nervioso, puse el video al lado de la tele, y al mirarlo por detrás,

empecé a rascarme la cabeza, joer, no tenía hdmi, ¿como conectaba eso? Le hice unas

fotos con el móvil a las conexiones y me fui con ellas a una tienda de electrónica,

donde un dependiente muy amable me vendió todo lo que necesitaba, y me dio instrucciones

claras, sencillas, precisas y concretas.

Estaba llegando a casa cuando pensé que si mi mujer veía el reproductor, sospecharía,

debería inventarme algo para disimular, y... ¡ya está, ya lo tenía! Me fui otra vez a

la tienda de segunda mano, donde tenían películas de vhs, compré las que consideré más

antiguas, y ya tenía excusa para el aparato. Me había vuelto aficionado al cine clásico,

así de repente.

No me costó mucho conectarlo todo siguiendo las instrucciones y puse una de las cintas

que había comprado para probarlo, había oído historias de que estos aparatos podían

destruirlas, y no quería hacer pruebas con las cintas buenas. Apareció en pantalla el león

de la Metro, ya tenía suficiente cine clásico por hoy, ahora iba a lo que realmente me interesaba.

Fui a buscar la caja negra, y elegí una cinta al azar, realmente todas eran iguales,

salvo por los símbolos escritos. La introduje en el aparato, y rebobiné hasta el principio.

Me puse cómodo en el sofá y pulsé el play.

Apareció un primer plano de la cara de mi mujer, con bastantes años menos mirándome, el plano

se fue abriendo, y vi que era ella la que lo controlaba con un mini-mando que llevaba en la mano.

Que joven se veía, era casi una niña, yo no la había conocido así, con esa sonrisa pícara,

y esa frescura, la imagen era inestable pues iba y venía, pero al seguir abriendo el plano

me di cuenta que estaba a cuatro patas en el suelo sobre una alfombra y el movimiento era

porque alguien se la estaba follando.

Cuando el zoom se redujo al mínimo, casi me da un infarto, un chaval con melena por los hombros

le estaba dando de lo lindo de rodillas detrás de ella, de ahí venía el movimiento.

Que jovencita se la veía, tenía los pechos más pequeños que actualmente, el pelo moreno,

y unos labios que decían cómeme. Me tuve que desabrochar el pantalón y empezar a masturbarme,

me estaba poniendo excitadísimo, era como si me engañaran pero no lo era, porque eso había pasado

antes de conocerme siquiera.

Cuando ya estaba a punto de correrme, cambió la iluminación, y tardé unos segundos en darme

cuenta que ahora la estaba bombeando otro, un rubito con el pelo corto, en la misma posición

y sobándole las tetas, gemía más que con el otro y el ritmo era más acusado, tuvo un orgasmo

escandaloso que fue casi sincronizado con el mío. Puse el video en pausa y limpié el sofá lo mejor

que pude, ya que en mi descontrol lo había rociado de esperma.

Fui adelantando la cinta en visión rápida, iban desfilando hombres uno detrás de otro, siempre

en la misma posición, a veces con orgasmo final, otras eran escenas cortas, había de todo, altos,

bajos, guapos, feos, jóvenes, maduros. Vaya con mi mujercita, desconocía esa faceta suya, sabía

que no era virgen cuando la conocí, pero es que se había tirado a medio país.Y aún me quedaban

diez o doce cintas por visionar, si todas eran iguales, el número subiría escandalosamente.

Saqué la cinta y me fijé en los dibujos escritos en la cinta, el primero era un círculo con un

palito atravesando un lado, me imaginé que sería el símbolo del sexo masculino, pero los que

continuaban no tenía ni idea de que eran.

Cogí otra cinta, esta empezaba con el mismo símbolo pero con otra raya sobre el palo formando

una cruz, supuse que sería el símbolo femenino. Coloqué la cinta, rebobiné, y contuve la respiración.

Apareció un primer plano del conejo de mi mujer todo depiladito, una chica delgadita con unos pechos

enormes se puso encima de ella en la postura del 69 y empezó a rozarle el clítoris con el dedo,

estaban las dos bañadas en aceite y la imagen era muy erótica, mi mujer gemía, subía y bajaba

las caderas al ritmo que la chica le imponía, de vez en cuando le metía los dedos, pero le

estaba trabajando el clítoris principalmente, tuvo un orgasmo ruidoso, y empujó la cabeza de la chica

contra su coño mientras se corría. A mí me estaban poniendo cachondo.

Visioné la cinta a cámara rápida, parando de vez en cuando si algo me llamaba la atención, todo

eran chicas, una colección increíble, había de todo, como en la cinta de los chicos, gorditas, jóvenes,

con tetas grandes, con tetas pequeñas, maduras, hasta una negrita, era un catálogo de diversidad.

Nunca me hubiera imaginado que la recatada de mi mujer hubiera tenido esas experiencias,

teníamos un sexo bastante aburrido y monótono, yo nunca le había pedido nada raro, ni ella

me había pedido nada a mí, y yo pensaba que ella era feliz así, ahora viendo éstas cintas el mundo

que tenía construido se me estaba desmoronando.

¿Cómo alguien que ha vivido esas experiencias se puede contentar con un polvete discreto una vez

a la semana? Que era el sexo que teníamos habitualmente.

Y me quedaban un montón de cintas por ver, ahora empecé a preocuparme, ¿Qué más me encontraría?

Miré los garabatos pero no puede reconocer ninguno más, elegí otra cinta al azar.

Esta empezaba con una cámara enfocando una sala inmensa, donde quince o veinte personas

follaban como locos, todos con todos, costaba distinguir las caras, la cámara estaba en el techo

de una esquina, y era un plano general fijo, busqué a mi mujer en las imágenes y la encontré,

estaba en el respaldo de un sofá, un abuelete con barriga le estaba dando por culo, mientras ella

le hacía una mamada a un chico cachas. Mas tarde el chico joven se folló al abuelo, y todos follaron

con todos. Esto me dejó helado, mi mujer no era así. O eso pensaba.

En esa cinta sólo había orgías, en salas, en piscinas, había una muy buena en una mesa de billar,

en el campo, en la playa... Y en todas aparecía mi mujer follando con todo lo que se moviera.

En algunas me llevaba un buen rato localizarla entre tanto cuerpo desnudo, pero estaba en todas.

Me impresionó especialmente una escena en la que mi mujer cabalgaba encima de un chaval joven que

le estrujaba las tetas y un calvo le daba por el culo al mismo tiempo.

La siguiente cinta era toda de mamadas, primeros planos con la cámara fija, y mi mujer comiendo pollas,

puse el avance rápido y había de todo también, grandes, pequeñas, gordas, rectas, curvadas, claras,

oscuras, iban desfilando en pantalla y mi mujer insaciable se las iba comiendo todas, una detrás de otra,

con un arte mas que notable, deje el avance normal en una corta y gruesa con unas venas muy marcadas,

mi mujer le pasaba la lengua arriba y abajo, lubricándola, yo empecé a masturbarme otra vez, le costaba

abarcarla con los labios, por el perímetro enorme que tenía, pero consiguió abrazarla y se la metió

hasta el fondo mientras con una mano le acariciaba los testículos, de vez en cuando la sacaba para

respirar, y miraba hacia arriba con una sonrisa de satisfacción ante la proeza de meterse eso.

Esa tuvo una corrida abundante que le dejó la cara llena de semen, ella se veía feliz, y limpiaba

la polla nervuda con la lengua.

Yo me masturbaba frenéticamente, después vino una estrechita y muy larga, que debió de llegarle

hasta la boca del estómago, porque no sólo se metió la polla, sino que siguió con los huevos,

en muchas ocasiones mientras lamía y chupaba, jugaba con su dedito en el ano.

A la tercera o cuarta no puede aguantar más y me corrí otra vez, a mí nunca me lo había hecho

tan bien como en las cintas, como mucho, alguna chupadita rápida de circunstancias, para que me

corriera rápido y la dejara tranquila, estaba un poquito celoso.

El tiempo había pasado y ella estaría a punto de llegar, recogí todo y lo escondí en mi estudio

donde ella raramente entraba.

-Hola cariño, ya estoy en casa. ¿Has aprovechado tu primer día de vacaciones?

-Sí, mi amor, ha sido estupendo tener un poco de tiempo para mí. ¿ El trabajo bien?

-Mucho estrés, están la mitad de vacaciones, y se acumulan los problemas, pero no me

apetece hablar de eso.

Miré a mi mujer, y no podía quitarme de la cabeza las imágenes que acababa de ver, ahora

estaba diferente, el pelo rubio, los pechos más grandes, algunos kilos más, pero seguía teniendo

un cuerpazo que quitaba el hipo, ahora era más mujer.

Empezaba a tener otra erección, mientras ella dejaba sus cosas, me acerqué por su espalda,

le metí las manos por debajo de la blusa, sobándole las tetas rudamente y con pocos miramientos,

mientras apoyaba mi polla tiesa en sus nalgas.

-Parece que alguien me ha echado de menos, me ducho y vengo, no te vayas.

Para esperas estaba yo, le arranqué las bragas de un tirón, le subí la falda, y antes de que

pudiera decir ni mu, ya estaba bombeándola con frenesí mientras la tenía apoyada en el respaldo

del sofá, mientras le subía la blusa y el sujetador para liberar sus pechos que agarraba

como un bestia, la follé con todo el empuje del que era capaz, primitivamente, como un animal,

ella estaría sorprendida pero me dejaba hacer, notaba que estaba húmeda, estaba toda mojada y

sin preliminares ninguno, Me corrí con varias embestidas fuertes, y me quedé ahí dentro sintiendo

como la llenaba de leche.

Ella me dijo simplemente.

-Pues si que tenías ganas si. Haz algo de comer, que me voy a dar una ducha.

Después de un montón de años siguiendo los manuales, haciendo juegos previos, siendo dulce,

me la follo un día salvajemente y sólo me dice que le haga algo de comer. Quizás no conociera

a mi mujer tan bien como pensaba, porque a los diez segundos ella ya estaba con el chocho rezumando,

eso es algo que no se puede ocultar.

Puse un poco de aceite a calentar, y me dirigí silenciosamente al baño, donde ella se estaba duchando,

entorné la puerta sin hacer ruido, y tal como me imaginaba, se estaba haciendo una paja con una mano,

mientras con la otra se pellizcaba los pezones, me fui rápidamente, no quería que me pillara,

y hoy no creo que mi pene aguantara más asaltos.

Realmente no conocía a mi esposa, ¿Como podía haber estado tan ciego?

¿Debería seguir viendo las cintas que me faltan o ignorarlas y seguir con mi matrimonio feliz?

Espero que los lectores me puedan aconsejar sobre como continuar.

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