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sábado, 6 de agosto de 2011

La Venganza de Patricia

A veces suelo ser una persona distraída, desconecto con suma facilidad. En esas circunstancia Patricia puede preguntarme o sugerirme cualquier cosa que siempre contesto con un "sí" automático: Al principio eso irritaba a mi esposa, pero con el tiempo aprendió a sacar provecho de mi monosilábica y distraída afirmación. Los últimos días ella se quejaba de que siempre terminaba por convertirse en el personaje de mis fantasías, que siempre era ella la que actuaba como estrella de una perfectamente orquestada película pornográfica con actores secundarios y yo como actor, director y público selecto. Tal vez exagero al afirmar que se quejaba, ¡claro que le encantaban todos los papeles que ella había representado para mí! Pero hace años que la conozco y cuando "se queja" es que siempre desea algo más... Estaba evadido en una fascinante lectura una tarde cuando ella, no encontrando un momento mejor, me recordó la última vez que había representado un papel protagónico. Me recordó lo que había "sufrido" esposada mientras dos desconocidos saboreaban toda su piel, como era incapaz de saber el siguiente paso en esa "tortura" al tener sus ojos vendados, y sobre todo me recordó su "enfado" al ignorar el guión de toda aquella trama, no se imaginaba que la dejaríamos atada y vendada a merced de dos desconocidos para nuestro beneplácito. Bueno al menos eso era lo que creí escuchar mientras le leía. Siguió diciéndome que ahora le tocaría a ella ser la directora de su propia película, y que sería la "vengadora" de mi lujuria. Le respondí con "sí" automático. Esta vez me arrepentiría de mi falta de atención.

Ella conducía a toda velocidad por la avenida de Jacinto Benavente. Era una noche de sábado. La música fuerte, las ventanas bajas dejaban entrar el deseado aire del mes de julio, y yo me sentía un privilegiado en ir de acompañante de la mujer más excitante que jamás podría haber conocido. Cada vez que aceleraba después del semáforo el aire que entraba levantaba ligeramente la faldita de Patricia, pero lo suficiente como para capturar toda mi atención. La sensación en embriaguez era total cuando a la vista de esas hermosas piernas se sumaba el sentido del olfato, su fragancia "kenzo flower". Me sentía desbordado de sensaciones deliciosas, "Doncamatic" de Gorillaz sonaba sensual por los altavoces, la velocidad, la noche impresa en los miles de colores de las luces de la ciudad, el aroma de una bonita mujer que me sonreía mientras hundía mi mirada entre sus piernas. Ella me conducía y sabía a donde. Un distraído "sí" estaba desencadenado una catarata de emociones deliciosas. Estabamos detenidos en el último semáforo antes de subir a la autopista del Saler, cuando se detuvo un deportivo rojo con dos muchachos que miraban a mi esposa, su mirada era descarada mientras sonreían y hablaban entre ellos, estarían comentando detalles de sus piernas casi al descubierto, de su escote dejando ver sus apretadísimas tetas marcando su vertiginoso escote, o ¿por qué no? Estarían envidiando mi suerte... Y era en realidad mi incierta suerte hacia donde nos dirigíamos. Cuando subimos a la autopista no me quedaba casi ninguna duda que la trama de esa suerte se orquestaría en el Saler.

El cancaneo es la práctica sexual consistente en mantener relaciones sexuales en lugares públicos, generalmente de forma anónima y sin ataduras. El cancaneo suele realizarse en parques, playas, bosques y demás descampados cercanos a zonas urbanas, así como en todo tipo de baños públicos y las áreas de descanso de las autopistas. Personalmente prefiero referirme a este término con un anglicismo, dogging, me resulta menos cacofónico y poco más snob. Los mirones son siempre bienvenidos, lo que hace del dogging una forma de exhibicionismo. Durante estas actividades suele haber más de dos participantes, y a veces evoluciona hacia una orgía. Si bien el origen de la palabra dogging debe ser incierto, resulta divertido que se refiera al hecho de que los mirones paseaban por lugares públicos con la excusa de pasear a sus perros, o tal vez al hecho de practicar sexo en lugares públicos, como los perros. Trataba de adivinar cuál era el guión que Patricia había ideado, pero en ningún caso podía imaginar que ella hubiese elegido el dogging. Entramos en el bosque por un pequeño acceso, y mientras avanzábamos podía casi adivinar pequeños grupos de personas que habrían venido hasta aquí, no precisamente paseando a sus perros sino que, como canes estarían entregadas a sus excitantes orgías cubiertos bajo la espesura del bosque nocturno. Mi ansiedad iba en aumento, tenía todos mis sentidos perfectamente afilados, todo detalle podría ser un indicio de mi destino. Entramos haciendo un poco de ruido, tal vez más del recomendable, "Love Island" a todo volumen estaba haciendo que Fatboy Slim delatara nuestra posición... Aparcamos, cuando unos treinta metros más adelante me pareció ver el deportivo rojo, mi imaginación me estaba trastornando, convirtiéndose en paranoia. No le dije nada a Patri.

A escasos tres metros del coche había un pequeño árbol con un tronco de no más de unos ochenta centímetros, de otra manera hubiera sido imposible que mi mujer hubiera podido esposarme a él. Me había indicado que me sentara apoyando mi espalda sobre el tronco y llevara hacia atrás todo lo que pudiera mis brazos. Eso hice, quería complacerla, era ocasión de gozar de una fantasía por entero diseñada por ella. Las esposas se ajustaron perfectamente, la sensación de inmovilidad era completa. Yacía sentado sobre la hojarasca con mis piernas abiertas. Confiaba que Patricia supiera lo que estaba haciendo, ¡No tardarían en aparecer mirones que se lanzarían sobre ella como perros estando yo esposado! "Tranquilo", pensaba, "son solo mirones, solo eso, no harán nada que no queramos". Mi esposa jamás había cuestionado nada, ni siquiera cuando acabó acostada y desnuda sobre una mesa a disposición de la fantasía de tres hombres después de haberla perdido en una partida de poker; no me sentía con ningún derecho de protestar. A los instantes de estar atado, ella ya estaba desabotonando mi pantalón, bajándomelo lo suficiente como para que mi miembro estuviese a su alcance. Su objetivo inmediato era iniciar una mamada antes de que mi erección alcance su máximo. Devoró toda mi polla dentro de su boca tibia, mientras saboreaba con la lengua la sensación de las corrientes de sangre que llenaban los cuerpos cavernosos. La sensación de llegar a una completa erección mientras ella me comía se transformaba en mágica, más cuando con la cabeza hundida en mi entrepierna permitía que el aroma que se desprendía de su cabello me invadiera dominando mi imaginación. Así era "su perfume de mujer" que tanto hubiera deseado un Vittorio Gasman como un Al Pacino. La noche suave, erótica, e incierta se describía así misma mientras sonaba desde el coche "Otherwise" de Morcheeba. Y de otra manera estaba transcurriendo esa noche...

La técnica que emplea Patricia es la más suave y dulce de las que he probado en mi vida. Cuando mi miembro estaba al máximo lo sacaba de su boca, para empezar a recorrerlo de arriba a bajo con su legua sedienta de sexo. Bajaba hasta mis testículos, me torturaba haciéndome inacabables cosquillas con la punta de su lengua, y volvía a subir despacio. Ponía rígida su lengua y hacía movimientos circulares sobre mi glande antes de engullirla otra vez. Estando toda en su boca, veía como mi placer era acompañado por su cabeza en un movimiento ascendente y descendente, era interminable ¡Nunca imaginé que se pudiese sacar tanto provecho de unos pocos instantes! Reprimía mis gemidos todo lo posible, en un inútil intento de tener la situación bajo control, de esta menera pensaba, evitaríamos la inquietante aparición de más hombres. Patri estaba a cuatro patas, y respecto a mi un poco de perfil, de tal manera que podía disfrutar de la visión de su cuerpo, de su culito dibujado por debajo del vestido, de sus tetas deseando ser liberadas de la injusta opresión de su escote. El empeño en la felación era delicioso, pretendía hacerme gemir de placer y lo estaba logrando. No hubiera tardado más que unos segundos más en llenar su boca de semen si hubiera continuado con esa dedicación, cuando la inevitable aparición de dos fornidos muchachos me sobresaltó. Intenté incorporarme, de soltar las esposas, me sacudí con fuerzas, todo en vano. Sin analizarlo ni un instante les grité "¿Quiénes sois, qué querían?" Dos preguntas estúpidas. Patricia se levantó de inmediato, y mi sorpresa se transformó en irracional cuando vi que le sonrió a uno de ellos, mientras el otro se apretaba contra ella por detrás llevando las manos a sus tetas.

Ahora el coche dejaba escapar "Wonderful night" de otra vez fatboy Slim. No cabía duda alguna de que esos dos personajes harían de aquella una noche magnífica disfrutando de mi pequeña esposa a su antojo, en medio de aquel busque, estando yo completamente impedido. Patricia esta cercada por enormes chicos, lo poco que podía ver de ella me indicaba que su vestido había sido subido por encima de sus bragas por el de adelante, mientras que el que esta detrás acariciaba sus tetas con una mano, y con la otra se abría camino entre sus nalgas hasta llegar con un dedo a su ano. Mi cerebro corregía los detalles que no podía contemplar prediciendo movimientos, intenciones, o posturas. Podía entender a la perfección como el chico de adelante jugaba con el dedo índice y mayor dentro de su mojada vagina, mientras toda su lengua satisfacía la curiosidad por su deliciosa boca. Era evidente que el chico detrás hacía lo mismo en su ano, mientras, de tanto en tanto le introducía los dedos en su boca para que la penetración fuera más húmeda. Dos lobos salidos de la oscuridad de la noche se estaban dando un verdadero festín orgiástico, se estaban cebando de la humedad de su sexo, de la facilidad de la penetración por detrás y por adelante, del delicioso perfume que conspiraba aumentando a través del aire su deseo desencadenado: A esas delicias no tardaron en sumarse sus suaves gemidos, interrumpidos de tanto en tanto por la lengua de uno y los dedos del otro. Ahora, era Massive Attact quien imponía el ritmo en esa penumbra, con su "Paradise circus", y nada más apropiado que el bonito cuerpo de mi pequeña esposa moviéndose acompasado en un ritmo sugerente y sensual. La completa accesibilidad que su vestido proporcionaba a aquellas ansiosas manos parecía no resultar suficiente, por que empezaban a desnudarla sin perder el suave y acompasado ritmo.

No sé que sentirían ellos al ver a Patricia protegida solamente por su braguita azul Francia, exhibiendo unas tetas hermosas con sus pezones erectos, su piel suave y tersa iluminada por la luna. No tengo ni la menor idea, de lo que debieron sentir mientras sus manos la recorrieron toda, mientras las yemas de sus dedos jugaban en la superficie de su pubis de escaso vello lacio, mientras caían en la cuenta que una preciosa mujer desnuda había sido abordada completamente por ellos. Sí sé lo que sentí yo. Fascinación, inquietud, y deseo. Todo lo que la separaba del éxtasis más profundo era esa braguita de azul Francia, solo ella mantenía a mi esposa a salvo de las cada vez más notorias erecciones de estos desconocidos. Toda mi atención se había centrado es esa "última defensa", no quería perderme ni el más mínimo detalle de su "caída". Ellos parecían no tener ninguna prisa, disfrutarían de su presa, jugarían con ella, mordisquearían sus pezones, dilatarían su vagina y su ano con sus dedos más tiempo. Esa dilación estaba alterando mis sensaciones aumentando mi ansiedad y ahora Brad Sucks me lo ilustraba con su "making me nervous". El alivio para mí (¿alivio?) llegó cuando al fin la subieron sobre el capó de nuestro coche. Estaba aparcado hacia mí de manera tal que podía ver la entrepierna de mi esposa aún cubierta por la pequeña braguita. No tardaron nada en desatar el nudo que a un costado la mantenía sujeta. Ahora quedaban solo sus tacones. Uno de los chicos se agachó frente a la parrilla del coche, mientras el segundo colaboraba levantando sus piernas abiertas hacia arriba, me estremecí cuando oí la exclamación de deseo y sorpresa de Patricia al sentir el primer contacto de una lengua sobre su clítoris.

Estaba tal como ella me había dejado, los pantalones bajados, y mi pene evidenciaba una erección tan magnífica que cualquier observador ajeno a los hechos se hubiera dado cuenta de cómo yo estaba gozando visualmente de la orgía que estaba viviendo mi esposa. Estaba jadeando de placer, quería soltarme, ahora, para al menos poder mansturbarme. Los chicos se alternaban en el sexo oral que le practicaban sin interrupción, mientras uno disfrutaba de la humedad de su sexo el otro sostenía sus piernas muy en alto, mientras su culo permanecía tibio debido al calor que aún emitía el motor del coche. Los gritos de placer de ella resonaban en la oscura profundidad del bosque, "¡No tardarían en aparecer más predadores!" Solo me tranquilizaba la idea de que esos hombres no querrían compartir con nadie más tan deliciosa presa (eso, creo que también me excluía). Así debería ser, porque al poco tiempo ya estaban desvestidos. No pude evitar sonreír al caer en la cuenta que esos chicos ya los había visto antes, eran los italianos de nuestra última aventura, amigos de Jorge. Admiraba el ingenio de mi chica, cómo se las habría arreglado para organizarlo todo. Me resultaba ahora evidente que se había quedado con ganas de que esos chicos le hicieran mucho más aquella noche. Se lo harían, era inevitable. Uno volvió a subir sus piernas, mientras el otro entró y entró y entró en una infinita penetración vaginal. Estimo que fue llenada sin pausa e inexorablemente por veinte centímetros de esa magnífica polla que venía a calmar todo su deseo acumulado. Los gritos de placer se alternaban con suplicas de más fuerza, más profundidad, más velocidad. Y por su puesto el italiano la complacía.

Mientras el segundo esperaba su cada vez más ansiado turno, pude observar su tamaño, era aún más grueso que el primero, no me cabía ninguna duda de que aquel instrumento acabaría con la lujuria de Patricia de esa noche. A todo este Pandemonium con más de un diablo, se estaban sumando algunos observadores más, que como los buitres empezaban a volar en circulo alrededor de la presa abatida sexualmente. ¿Cómo se habrían enterado? Había varias posibilidades entre las que la música de los altavoces, las luces de los faros del coche eran las menos importantes, siendo las probables el aroma embriagador de su perfume o sus gritos de éxtasis. Sea cual fuere la causa había más gente, y no solo hombres, algunas mujeres también, todos expectantes del performance sexual de los musculosos italianos con mi mujer, mientras yo permanecía inmóvil. Cuando el primero de los dos italianos se había agotado en el ejercicio de penetrar hasta la saciedad a Patricia lo sucedió el otro, más dotado y acaso aún más deseado por ella. Supe más tarde, la alegría de mi esposa cuando el primero fue reemplazado por el segundo, no solo por sus mejores dimensiones sino porque aún el primero no se había corrido y eso le permitiría poseerla más veces. Resultó difícil saber cuando gritó ella durante la segunda penetración, ya que sus ininterrumpidos orgasmos no le permitían estar ni un segundo en silencio, supongo que fue por una clara referencia hacia mi: " ¡Dani, no podrías imaginarte lo que me está haciendo éste!". Podía, le había visto. Me hubiera llevado mis manos a la cabeza de haber podido.

Aquellas palabras de Patri sonaron más estremecedoras cuando se sumó una exclamación general al ser penetrada por aquella colosal polla. No soy un admirador de la belleza masculina, sin embargo la visión de ese dios olímpico sobre mi pequeña Patricia era abrumadora, su espalda de gladiador, pequeñas gotitas de sudor adornando la piel del color del bronce, sus músculos fibrosos, y al final un culo redondo y firme que se movía hacia dentro de ella con un ritmo que acompañaban la armonía de sus gritos. Su fiel colaborador le facilitaba la entrada sosteniendo sus piernas muy alto. Las sacudidas fueron de tal intensidad que había perdido sus dos tacones. Estuvieron así un largo delicioso (para ella) y agónico (para mi) rato. El desenlace no iba a ser menos espectacular. La cogieron en volandas la bajaron hasta el suelo y la obligaron a ponerse a cuatro patas, tal como la habían encontrado al principio. Pero esta vez estaba desnuda por completo y su culito en alto exhibía dos deliciosos y dilatados agujeritos. El que la estaba follando sin piedad ni pausa por su vagina estaba dispuesto a seguir así, se ubicó debajo de ella con sus dos manazas cogió sus nalgas y la empujó hasta que Patricia quedó clavada por la lanza que ostentaba aquel Hércules. Ella había quedado muy cerca de mí, casi de lado, su cabeza estaba tan cerca como para seguir torturándome con aquella forma incorpórea que es el aroma de su perfume. El otro chico aprovechando que las nalgas de Patricia estaban abiertas por esas robustas manos, no se demoró en ponerse detrás y empezar a presionar con su enorme miembro.

El de atrás entraba despacio, como si saboreara cada milímetro conquistado en el interior de mi chica. Ella aullaba. El publico gritaba extasiado, algunos se masturbaban allí mismo. Yo estaba exhausto de emociones y de deseo, su cabeza se movía al ritmo que esos dos machos le imponían. Trataba de acercarle mi miembro lo más posible hasta su boca, pero las ligaduras me lo impedían, me dolían las muñecas. Solo alcanzaba a recibir sobre mi polla el soplo de sus jadeos. Ella me dedicó una mirada lasciva y una sonrisa, estaba llevando a cabo su venganza. El chico que estaba abajo, tal vez por piedad hacia mí, o tal vez para añadir más erotismo a la situación se movió un poco para que mi esposa alcanzara mi miembro. Llegó justo a tiempo, ella lo llevó todo dentro de su boca mientras sus gritos se transmitían como vibraciones a lo largo de mi miembro. Las sacudidas del chico de atrás hacía que el estímulo fuera perfecto para mí, mi pene erectísimo entraba y salía de esa cálida y ansiosa boca automáticamente. Una cuádruple explosión nos iba a envolver en una alucinación sexual de un momento a otro. Patricia permanecía en un equilibrio inestable entre tres hombres, y cualquier fluctuación de alguno de nosotros la haría a estallar. Así fue, el chico que penetraba en su vagina detuvo un instante sus movimientos, aumentando a todo vapor el de atrás. El orgasmo anal fue colosal, y a este se le sumo el vaginal al ponerse otra vez en movimiento. Ella hubiera gritado como una posesa de no haberlo impedido la mano en la nuca de uno de ellos que le instaba seguir chupándomela. Hicieron falta dos hombres fuertes para sostenerla en su sitio. Finalmente nos corrimos, mientras yo miraba una lluvia inagotable de semen que cubría su espalda disparada por el de atrás, y unas preciosas tetas decoradas por la esencia del otro, yo inundaba su boca, y ella se deleitaba tragándome por completo. Dudo que aquel espectáculo pudiera ser olvidado por los demás mirones en mucho tiempo. Pero no me cabe duda alguna que Patricia se había vengado de mi lujuria: yo quería una aventura sexual, y por mis pecados ella me regaló una.

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