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martes, 26 de julio de 2011

Tarde con mis primos adolescentes

Somos una familia numerosa. Mi padre tiene siete hermanos y por eso los cumpleaños y celebraciones son una auténtica locura. El chalet familiar en el que vivo es grande y amplio. Yo tengo mi pequeño gran espacio en la parte abuhardillada, en la última planta de la casa. Es un enorme cuarto en donde tengo mi propio baño, mi cama, mi escritorio, un enorme sofá con una televisión de plasma… Por eso, cuando mis primos vienen siempre les encanta subir y pasar allí el rato, lejos del bullicio familiar.

Esa tarde se celebraba el cumpleaños de mi abuela. Tras terminar el copioso almuerzo y comernos el pastel, decidí subirme a mi cuarto. Dos de mis primos pequeños, los únicos que habían venido al cumpleaños, me pidieron subir conmigo y, por supuesto les dejé. Borja y Chema tenían 18 años los dos. Ese año habían empezado la universidad, pero aún eran unos críos. Yo les sacaba siete años, pues a mis 25, era uno de los primos mayores.

Subimos a la buhardilla, cerraron la puerta y algo nerviosos me miraron con una extraña mueca.

-¿Qué pasa? –les pregunté.

-Josete. Nosotros queríamos preguntarte una cosa –habló Chema.

-¿Qué? –respondí.

-Tienes alguna peli porno de esas bien guarras.

-¿Cómo? –solté divertido.

-Sí. Es que según el primo Raúl –que era otro de nuestros primos pequeños, de 14 años, que muchas veces se quedaba a dormir en casa-, una vez se quedó aquí contigo y cuando te marchaste te pilló un montón de pelis porno.

Yo me reí a carcajadas.

-¿Ese cabrón rebuscó entre mis cosas? Cuando le pille…

-Sí. Él nos lo dijo. Nos dijo que se vio una peli muy guarra que tienes en donde a una tía se la follan un montón de negros.

-Sí –confirmé. –Me las bajo de Internet y luego las veo en la tele –señalé a la pantalla de plasma.

-¿Y podríamos ver alguna ahora? –preguntó Borja.

-¿Ahora? –me quedé pensativo. –No lo sé. Con toda la familia abajo…

-Nos hacemos una paja rápida y ya –comentó Chema.

-¡Una paja! –exclamé ante la lanzada proposición de aquellos dos mandriles salidorros. Eso me puso cachondo. Mis primitos queriendo que nos pajeáramos los tres juntos viendo una peli guarra.

-Y no sería la primera vez que os hacéis una paja juntos, ¿verdad?

Ellos negaron con la cabeza.

-No sé lo digas a nadie. Nosotros te lo contamos y te pedimos lo de la peli porque tú eres guay. Tu hermano y los demás son diferentes con estas cosas.

-Ya. Lo sé –me palpé el paquete, pensando en la proposición y calentándome por momentos. –El caso es que me caliente el rollo este adolescente de hacerme una paja con vosotros. Pero con tanta gente en casa, pueden subir en cualquier momento.

-Veremos la peli sin sonido –comentó Borja. –Y podemos echar el cerrojo de la puerta.

-Sí. Eso es lo primero. Échalo y sentaos mientras saco el DVD –resolví finalmente, llevado por el morbo y porque tenía los huevos llenos, pues no me había masturbado en las últimas 48 horas.

Fui a buscar mis pelis porno a un cajón mientras ellos cerraban el pestillo y se sentaban. Metí el DVD en el reproductor, encendí la tele y le quité el sonido. Luego les miré a los dos. Borja se secaba el sudor de las manos en el pantalón y Chema me miraba algo nervioso.

-¿Estáis nerviosos?

-Un poco –sonrió Chema. –Es excitante, ¿no crees?

-Sí. Lo es –solté cachondo, yéndome a sentar con ellos.

Ambos me hicieron un sitio en el centro, entre los dos, mientras en la televisión aparecía directamente una tía con unas tetas gigantes de silicona dispuesta a que se la empezaran a petar hombres.

-¡Joder! –exclamó Borja, que estaba a mi izquierda. –Pues sí que empieza fuerte -se tocó el paquete.

-Bueno, primos. Me vais a ver la polla y yo a vosotros –me relamí de gozo al pensar en cómo serían los rabos de aquellos dos.

-¡Qué morbo, no! –sonrió Chema, cachondo ante aquello.

-Sois muy guarros. Os ponéis cerdos pelándoosla juntos y mirándoosla, ¿verdad?

Ambos sonrieron, dando un silencio como respuesta afirmativa.

-Ya le han metido la primera polla. ¡Cómo le entra! –alucinó Borja, totalmente metido en situación.

Les miré los paquetes a ambos mientras yo también me tocaba. Sentí de repente mucho calor y mucha cachondez.

-Vale. Yo voy a guardar este secreto –les dije. –Pero si vosotros guardáis unos que os cuento…

-Claro –aceptaron al unísono, sin dejarme terminar la frase.

-¿Os parecería mal que si en vez de hacernos una paja me dejáis que os chupe la polla? –solté a bocajarro, pudiéndome estrellar en cualquier momento ante una respuesta negativa.

-¿Lo dices en serio, primo? –me preguntó Borja alucinado.

-Sí –respondí con la boca pequeña.

-Por mí no hay problema si me la quieres chupar, eh –contestó salidorro el chico.

-Por mí tampoco. Nunca me han chupado y la verdad es que me apetece que lo hagan. Tiene que ser un gustazo –comentó Chema feliz.

-Entonces, rápido. Bajaos los pantalones y empiezo a chupárosla –les dije nervioso, pensando que en el salón estaba toda la familia, alguien podría querer ver qué hacíamos y robarme aquella excitante e inaudita oportunidad.

Borja se desabrochó el cinturón mientras Chema, que no llevaba, se desabotonaba el pantalón vaquero. Ambos tenían la vista clavada en la peli porno, así que aproveché y comencé a pasear mi mano por el torso de Borja, que ya era peludote a pesar de su juventud. Chema, a mi derecha, se bajó el vaquero y el slip negro que llevaba. Luego Borja hizo lo mismo. Ambos quedándose desnudos de cintura para abajo. Borja sólo con unos calcetines blancos y Chema con unos negros.

Le cogí primero la polla a mi primito Borja, que tenía el rabo morcillón pero sin llegar a tenerlo gordo y duro. Aún así me sorprendió su buen calibre. Me incliné hacia su entrepierna y capturé su salchicha medio fláccida entre mis labios, al mismo tiempo que sentía la mano de Chema en mi espalda, como llamándome. Después me cogió el brazo sin importarle que siguiera chupándosela a Borja y me guió la mano hasta su rabo, para que le masturbara, obligándome a hacer las dos tareas a la vez.

Acaricié los huevotes y la polla también semifláccida de Chema mientras sentía la polla de Borja endurecerse en mi húmeda boca. Empezó a gemir. Paseaba su mano por mi nuca y Chema paseaba la suya por mi espalda, por encima de la camiseta. ¡Qué rica estaba la polla de mi primito! Y por primera vez reparé en lo extremadamente gordos y redondos que tenía los huevos. Sus cojones tenían un tamaño mayúsculo en comparación con el tamaño de su rabo.

Compadeciéndome de Chema, que solo disfrutaba de mis toqueteos en su polla, cambié de posición y ahora se la chupé a él, que me recibió con un gemido largo y profundo. Borja entonces apoyó su mano en mi cabeza y me forzó a que se la chupara a Chema, guiándome en el ritmo de tragar polla.

Fui cambiando de uno a otro, consiguiendo que sus cipotes de piel blanca, de capullo rosado y circuncidado se endurecieran al máximo. En varias ocasiones les llamé la atención porque gemían mucho y muy alto. Aunque era perfectamente comprensible con el mamadón que les estaba pegando.

-¡Cómo chupas, primo! –me decía Borja, con la boca abierta y jadeante. -¡Eres increíble! Me das mucho placer en la polla…

Y yo me la clavaba entera en la garganta, hasta que su vello púbico salvaje cosquilleaba en mi nariz, y con mis manos acariciaba sus tiernos muslos y piernas.

-Poneos de pie. Cada uno a un lado –les pedí. Y obedecieron.

Me quedé sentado en el sofá, con ambas pollas a cada lado de mi cara y sosteniéndolas. Los dos tenían una de sus manos en mi cabeza y me iban pasando de polla a polla como a una pelota de baloncesto, compartiéndome y disfrutándome. A ratos seguían mirando atentamente la pantalla de televisión, pues aquella rubia tetona les ponía bien cerdos por mucho que mi boca obrara maravillas. Cuando se la chupaba a Borja, Chema se la pelaba, y viceversa. Y yo aprovechaba y con mi mano les manoseaba sus delgados y blanditos culazos.

Aquellos dos cabroncetes me estaban haciendo disfrutar como no lo hacía nadie en mucho tiempo. Era un morbo enorme pensar que se la estaba chupando a aquellos primitos que hasta hace poco tiempo estaban cubiertos de acné y sólo se preocupaban por los videojuegos. Pero ahora ya eran hombres formados, a pesar de que les quedaba formar aún más sus cuerpos.

Borja se sacó la camiseta, dejando su delgado y peludo torso al aire. Chema, por su parte, solo se levantó la camiseta, luciendo un torso también delgado, con abdominales marcados por la propia delgadez y sus clases de Educación Física, pero sin apenas vello. Entonces empecé la ronda de penetraciones profunda. Eran lentas y parsimoniosas. Hundiéndome sus cipotes en la garganta despacio, sin prisa, para que ellos disfrutaran de las sensaciones de ese viaje hacia lo más hondo de mi tráquea. Eso les hacía soltar gemidos cada vez más agudos, casi aullidos, y se miraban el uno al otro, soltándose sonrisas cómplices y miradas vidriosas de placer. Desde pequeños, aquellos dos se habían criado juntos, siempre juntos, convirtiéndose en los mejores amigos. Y en ese momento, aquello afloraba como nunca.

Me senté en el suelo. Ellos de pie. Puse mi rostro mirando hacia el techo y ambos acercaron sus pollas a mi boca, rozándose las puntas de sus rosados capullos.

-¿Nunca os la habéis chupado el uno al otro? –pregunté cachondo.

-Nunca –respondieron.

-¡Joder! Estáis locos. Esto es lo mejor que ahí.

-Te gusta comernos el rabo, ¿verdad, primo? –sonrió Borja exultante.

No respondí. Cerré mis párpados e introduje a un tiempo la cabeza de ambas pollas entre mis separados labios. Los dos sollozaron de placer.

-Cómo me gusta lameros los rabos –declaré fuera de mí. Y entonces tiraron de mi camiseta, sacándomela y dejándome con el torso al descubierto. –Podríamos estar así toda la tarde, ¿eh? –imaginé con cierta amargura, pues bien sabía que tarde o temprano la gente que estaba dos plantas más abajo daría señales de vida y nos estropearían tan sexual encuentro.

Me metí nuevamente la polla de Borja en la boca y noté como Chema manipulaba la hebilla de mi cinturón, el botón del pantalón y la bragueta.

-Enséñanos tu polla, primo –dijo éste.

Me levanté para quitarme los pantalones y los calzoncillos y me senté en el sofá de nuevo, mientras Chema lanzaba mi ropa por el suelo y yo le daba una hostia en la nalga a Borja, el cual me la devolvió. Ambos se quitaron también los calcetines y Chema se puso en pie en el sofá, entregándome su rabo una vez más mientras Borja miraba embelesado la estampa.

-Quiero meterte la polla en el culo –soltó de repente.

Yo me quedé alucinado y Chema también. Pero mi reacción fue rápida.

-Vete a ese cajón y pilla un bote de lubricante –le indiqué.

-¿Tienes condones? –preguntó.

-Si quieres sí. Pero vamos. Me molaría más que me la metieras a pelo –dije.

-Sí, mejor –sonrió él satisfecho con la propuesta.

Y a los dos minutos deberíais verme a cuatro patas sobre el sillón, con el culo en pompa, siendo penetrado lentamente mi ojete a manos de mi primito Borja. Y Chema mientras dándome polla en el hocico, como si fuéramos nosotros los protas de una porno. Si he de ser sincero. Estaba acostumbrado a pollones más gordos y a tíos más cañeros, pero mi primo Borjita le ponía empeño y me daba bastante placer. Los dos estaban disfrutando tanto... Me gustaba mucho verles de aquella guisa.

Conforme Borja aumentaba el ritmo, yo aumentaba la succión de la mamada que le daba a Chema y este empezó a gemir muy alto, obligándome a meterle uno de sus calcetines usados en la boca, que el mantuvo mordido como un buen chico. Borja jadeaba como un perro y yo intentaba ahogar los sonidos guturales de placer que salían de mi boca. Chema escupió el calcetín, se inclinó hacia mí y me dio un pequeño beso en la mejilla. Luego continuó guiándome en la mamada que le estaba haciendo poniendo su mano en mi cabeza.

Borja me soltó unos cuantos azotes en el culo, como si yo fuera su puta, cosa que me encendió. Me saqué la polla de Chema en ese momento.

-Quítate también la camiseta –le pedí a mi primito, al que mamaba en ese momento-Quiero verte las tetas.

Chema obedeció. Tenía unos pezoncillos oscuros en aquel torso delgado que comencé a chupetear y a morder mientras él se pajeaba.

-Primo –me llamó. –Los huevos. Cómeme los cojones, por favor –pidió. Y eso hice, mientras él se la pelaba y Borja me follaba sin descanso.

Ya estábamos los tres sudando y totalmente en pelotas. Si subía alguien y llamaba a la puerta, no habría marcha atrás.

La verdad era que Borja estaba cogiendo una velocidad de la follada que apenas me permitía chuparle los cojones a Chema, pues tenía que abrir mi boca para gemir. Mi primito estaba desatado y follaba como una máquina de matar. Apoyé mi rostro en el muslo de Chema e intenté sobreponerme a la quemazón que sufría en el ojete con tanto metesaca, logrando finalmente seguir con la mamada a mi primo, que tenía el rabo gordo y mazo de tieso.

El aguante que demostraba Borja me había pillado fuera de juego. Me di a mí mismo unos azotes en el culo y él me imitó, poniéndome el cachete rojísimo. Entonces le empujé y le saqué de mí.

-Le toca a Chema –dije.

Indiqué a mi primo Chema que se tumbara de costado en el sofá. Yo lo hice también, pegué mi espalda a su pecho y tanteando en mi culo, le agarré su polla y me la metí mientras el chavalín flipaba en colores. La postura no era la idónea para estrenarse en esto del sexo, pero a mí me ponía mazo de cerdo, sentir su aliento en mi nuca, sus jadeos y que Borja me diera rabo en la boca a la vez. Yo tenía mi polla fláccida, pero eso poco importaba ahora.

-Sigue tú, Borja –dijo de pronto Chema, sacándome la polla, pues no parecía satisfecho con lo que me estaba haciendo –Yo prefiero que me la chupes –me dijo.

-Está bien –acepté, quedándome tumbado, levantando las piernas para arriba y entregándole mi culo a mi primito Borja, que apuntó de nuevo con su cimbel y me atoró todo el ojete hasta el fondo. Al instante también se me taponó la boca con el rabo de Chema, que también colaboraba sujetándome las piernas en alto, asidas pos los tobillos.

Reconozco que aquello se me había ido de las manos y que mis primos me estaban dando de lo lindo. Sobre todo Borjita, que tenía un aguante espectacular y me dejaba sin aliento. Le había cogido el truco y cada vez me follaba mejor. Aprendía rápido. Me estaba echando uno de los mejores polvos de mi vida y eso me encendía, así que me tragaba con más saña el rabo de Chemita, que también flipaba conmigo.

Ahora Borja había comenzado a darme hostias a diestro y siniestro. Le daba igual donde. Él me zurraba para que yo follara con más fuerza.

-Me matas, Borja –por fin me atreví a decir, vencido y destrozado por aquel niñato, y le agarré con fuerza de las caderas para que no parara. Era lo último que deseaba en aquel momento. Ante mi sufrimiento placentero, mi primo Chema se agachó y me besó en la mejilla.

-Yo también quiero probarlo. Quiero que me folles, Borja –nos susurró a Borja y a mí, dejándonos anonadados, pues mi primo dejó de zarandearse adelante y atrás y miró fijamente a Chema.

-Claro. Claro –reaccionó el joven follador. –Si es lo que te apetece…

-Ven –sonreí, viendo como los tres habíamos entrado en el juego de cabeza. –Te voy a lubricar el culo chupándotelo bien.

Así que mientras Borja continuaba dándome las últimas enculadas, yo mamé el cerrado ojete de Chema. Lo relamía una y otra vez, introducía mi lengua en él obligándole a gemir de gozo y poco a poco le follé con un par de dedos. Parecía abrirse bien, así que le comenté que me tomara el relevo.

-¿Estás listo? –le preguntó Borja, acariciándole la espalda y asiéndole por sus delgadas caderas, con ternura.

-Sí –respondió Chema, a cuatro patas.

-Relájate e intenta disfrutar. No te contraigas –le murmuré en el oído y le besé en la mejilla.

Sin dejar de acariciarle ni un momento, Borja comenzó a penetrarle muy torpemente, pues el ojete de Chema no parecía ceder con tanta facilidad como se preveía, así que Borja tuvo que empujar más y yo taparle la boca a Chema para que sus chillidos no alarmaran a los que estaban dos plantas más abajo.

El caso es que cuando le entró casi entera en su culo, cuando ya un primo tenía clavado al otro, dejé libre la boca de Chema, que intentó recuperar el aliento.

-Duele –fue todo lo que logró comentar.

-¿Pero te gusta? –le preguntó con media sonrisa Borja.

-Sí. Deja que me acostumbre a tenerte ahí dentro –rogó. –Desde fuera no parece tan gorda como desde dentro.

Llevó largos minutos que Borja pudiera comenzar con un lento mete-saca que nuestro primo Chemita parecía soportar bastante bien para ser su primera vez y haber roto la virginidad de su hermético esfínter. Yo no podía parar de acariciarle, besarle por todos lados y de hablarle para que se tranquilizara y disfrutara de su primera experiencia, pero él mantenía los ojos cerrados, procurando no sentir excesivo dolor, cosa que me enternecía.

Borja comenzó a tomar más y más ritmo y yo decidí agarrarle el rabo a Chema y empezar a masturbárselo, pues estaba fláccido y arrugado. Aunque maravillosamente, comenzó a crecer nuevamente con mis toqueteos, llegando a un punto álgido en el que el rabo le colgaba bastante en estado de semierección.

-Sigue –comenzó a decirle a Borja. –Creo que empieza a gustarme. A gustarme bastante como me das polla por el cuelo.

-Así me gusta, primo –sonreí, acariciándole la nuca y sobando al mismo tiempo las duras y delgadas nalgas del follador que era Borjita. Es más, con mis dedos busqué el agujero en aquella deliciosa raja del culo que tenía mi primito y se lo acaricié con las yemas, notándolo como un pequeño botoncito cerrado y apretado, con un ligero y ralo vello alrededor. Después le sobé sus gordos y superlativos cojonazos.

Me puse detrás de ambos y aproveché a disfrutar de las vistas, del maravilloso culo de Borja que sobaba con una mano y aquellos cojones enormes balanceándose y del rabote colgandero de Chema, que masturbaba con la otra mano. Podía notar como Chema disfrutaba cada vez más de la follada, cosa que se reflejaba en su salchicha, pues estaba todo pinocho.

A pesar de las embestidas de Borjita, acerqué mi cara a su raja y saqué la lengua. Su culo me daba hostias en el rostro con tanto vaivén, pero yo paseaba mi húmeda boca por su linda raja.

-Lámeme el culo, primo –me demandó salidorro, tomando una posición que dejaba más expuestas si cabía sus nalgas. Pero dio tiempo a poco más. – ¡Me corro! –exclamó de repente. Y sin dar más oportunidad a nada, gimoteó, se convulsionó y comenzó a inundar con su ardiente semen el culo de Chema, que en ese mismo momento y sin siquiera tocarse, estalló también el chorros de esperma que empaparon el sofá, bajo mi estupefacta mirada.

-¡Cabrones! –alcancé a soltar, viendo como su juventud hacía que ambos se desplomaran exhaustos de repente tras las fulminantes eyaculaciones, sin poder dar más de sí ni tener mucho más aguante, quedando aturdidos, el uno junto al otro.

Visto esto, decidí tomar mi venganza. Me puse en pie y les ordené casi a gritos que se sentaran en el suelo. Con desgana obedecieron.

-¿Qué vas a hacer? –preguntó Chema, con los ojos entrecerrados, cansado.

-¿Qué creéis? –comenté yo, con mi rabote a tope entre los dedos y apuntándoles a sus jepetos y pajeándome con ganas –Me voy a correr en vuestras caritas monas, mamones.

Ellos sonrieron justo cuando el primero de mis cinco trallazos surcó la cara de Borjita de punta a punta, después disparé el segundo al ojo y a la nariz de Chema, y de esa forma continué repartiendo lo más equitativamente posible mi lefazo entre mis dos primitos, que con los ojos cerrados sentían la efervescencia calurosa de toda mi leche y apretaban sus labios para que no les entrara nada dentro, ignorando la delicia que desperdiciaban.

-¡Putos niñatos! –comenté cayendo de bruces en el suelo, frente a ellos. –En menudos fregados me metéis. ¡Menuda follada!

En ese instante alguien tocaba con sus nudillos en la puerta de la habitación.

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